Nuestra Señora de la Merced. (MO). Blanco.
LECTURA
Jdt 15, 8-10; 16, 13-14
Lectura del libro de Judit.
En
aquellos días: El sumo sacerdote Joaquín y los ancianos del pueblo de
Israel, que habitaban en Jerusalén, vinieron para contemplar los
beneficios con que Dios había colmado a Israel, y también para ver a
Judit y saludarla. Al verla, todos a una, la elogiaron y le dijeron: "Tú
eres la gloria de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú insigne
honor de nuestra raza! Al realizar todo esto con tu propia mano, has
hecho un gran bien a Israel, y Dios ha aprobado tu obra. Que el Señor
todopoderoso te bendiga para siempre". Y todo el pueblo dijo: "¡Amén!".
Judit dijo: "Cantaré a mi Dios un canto nuevo: ¡Señor, tú eres grande y
glorioso, admirable por tu poder e invencible! Que te sirvan todas las
criaturas, porque tú lo dijiste y fueron hechas, enviaste tu espíritu y
él las formó, y nadie puede resistir a tu voz".
Palabra de Dios.
Comentario
Judit
fue una mujer luchadora, que superó la limitación que le imponía su
época y liberó a Israel de un pueblo invasor. No se quedó en la queja ni
en la cultura opresora de su propio pueblo, sino que, confiando en
Dios, llevó adelante una estrategia que nadie esperaba de una mujer.
Ella confió en Dios, que escucha el clamor de los pobres.
SALMO
[Sal] Lc 1, 46-55
R. ¡El Señor se ha compadecido de su Pueblo!
Mi
alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en
Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su
servidora. R.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: isu nombre es santo! R.
Su
misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que
lo temen. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con
las manos vacías. R.
Socorrió
a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había
prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia
para siempre". R.
EVANGELIO
Jn 19, 25-27
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María,
mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu
hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella
hora, el discípulo la recibió como suya.
Palabra del Señor.
Comentario
"A
partir de ese momento el discípulo la tomó 'consigo'. Este 'consigo' no
designa solamente la casa del discípulo. Los bienes propios del
discípulo, lo que le pertenece en cuanto que es discípulo: el vínculo de
fe que lo une a Cristo y se expresa en la práctica del mandamiento del
amor. En este espacio espiritual, según Juan, es donde el discípulo
recibe a María como madre" (Jean-Paul Michaud, María de los Evangelios,
Ed. Verbo Divino).
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