lunes, 30 de septiembre de 2013

Hoy san Jerónimo, patrono de Córdoba

Buenos días, amigo/a.

La Biblia te ofrece la palabra sagrada, escrita por autores inspirados
por Dios. Sabía él muy bien en medio de qué tinieblas viviríamos sus
hijos en los siglos venideros, y por amor a nosotros asistió con sus
dones a los escritores del libro santo, para que consignaran todo y
solo lo que él les inspiraba. Son cartas de amor de Dios para ti.
Debes leerlas pues con fe y amor.

En una de sus cartas, San Jerónimo, el máximo doctor de la Sagrada
Escritura, cuenta que era muy aficionado a leer autores profanos; le
encantaban los libros de Cicerón, Virgilio y Plauto. Pero un buen día
recibió una gracia singular: mientras dormía se vio transportado al
tribunal de Dios, que le preguntó con gran severidad quién era. "Soy
cristiano", respondió Jerónimo. Mientes —le replicó el soberano Juez—.
Tú eres ciceroniano, porque donde está tu tesoro, allí está tu
corazón. Y dio orden que lo azotaran. "Comprendí muy bien, al
despertar —continúa el santo—, que aquello había sido más que un
sueño, pues aún llevaba marcados en mis espaldas los golpes del látigo
que había recibido. Desde entonces comencé a leer la Biblia con más
entusiasmo que el que había puesto en la lectura de los autores
profanos”.

Al leer la Palabra de Dios, no lo hagas como si leyeras un libro más.
Empieza con la invocación del Espíritu Santo para que su don de
sabiduría disponga tu mente a recibir el mensaje que Dios ha preparado
especialmente para ti ese día. La presencia de Dios en su Palabra es
una realidad que hay que captar en la fe. Que el Espíritu te guíe e
ilumine. P. Natalio.

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