martes, 13 de septiembre de 2011

San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.

Crisóstomo fue ordenado sacerdote en la iglesia de Antioquía en el año 386. Muy pronto se hizo famoso como predicador y comentador de las Sagradas Escrituras. Sus escritos teológicos conservan vigencia hasta hoy, haciendo honor a su nombre de Crisóstomo "boca de oro". Nombrado patriarca de Constantinopla se dedicó a reformar la vida y costumbres de la Iglesia, y de él mismo, entregando sus bienes a los pobres. Debido a sus enfrentamientos con el emperador Arcadio fue desterrado.

LECTURA

1Tim 3, 1-13

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hijo: El que aspira a presidir la comunidad desea ejercer una noble función. Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza. Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad. Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios? Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio. También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio. De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado. Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo. Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.

Palabra de Dios.



Comentario

El texto nos muestra, entre otras cosas, la multiplicidad de ministerios que había en esta comunidad: epíscopo, diáconos hombres y diaconisas, y en otros pasajes de la misma carta se habla de presbíteros y viudas. Hombres y mujeres al servicio de la comunidad, elegidos por la comunidad y sostenidos por ella.



SALMO

Sal 100, 1-3. 5-6

R. ¡Procederé con rectitud de corazón!

Celebraré con un canto la bondad y la justicia: a ti, Señor, te cantaré; expondré con sensatez el camino perfecto: ¿cuándo vendrás en mi ayuda? R.

Yo procedo con rectitud de corazón en los asuntos de mi casa; nunca pongo mis ojos en cosas infames. Detesto la conducta de los descarriados. R.

Al que difama en secreto a su prójimo lo hago desaparecer; al de mirada altiva y corazón soberbio no lo puedo soportar. R.

Pongo mis ojos en las personas leales para que estén cerca de mí; el que va por el camino perfecto es mi servidor. R.



EVANGELIO

Lc 7, 11-17

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, Yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor.



Comentario

El desamparo total de esta mujer y una gran soledad en su corazón mueven el corazón de Jesús, que sin que nadie se lo pida se acerca e interviene. El dolor siempre ha movilizado a Jesús. ¿Y a nosotros?

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