lunes, 27 de diciembre de 2010

San Juan, apóstol y evangelista. (F). Blanco.

La tradición ha identificado a Juan con el discípulo amado, aquél que se recostó sobre el pecho de Jesús para recibir su intimidad, quien estuvo al pie de la cruz y quien reconoció que había resucitado viendo solamente unas vendas en el piso del sepulcro. Nada más sabemos de este discípulo, y quizás nada más debamos decir de él, salvo que es nuestro modelo. Nosotros también debemos estar en el regazo de Jesús, recibiendo sus confidencias, recibiendo a María como nuestra madre y reconociendo su vida en medio de los signos de muerte.

LECTURA

1Jn 1, 1-4

Lectura de la primera carta de san Juan.

Queridos hermanos: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado. Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos esto para que nuestra alegría sea completa.

Palabra de Dios.



Comentario

La fe nace de la experiencia. Y esta carta muestra que la experiencia comienza en los sentidos, e incluso en nuestro cuerpo (tocar, ver, oír). No podemos negar nuestra condición humana en nuestro proceso de fe.



SALMO

Sal 96, 1-2. 5-6. 11-12

R. Alégrense, justos, en el Señor.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y tinieblas lo rodean, la justicia y el derecho son la base de su trono. R.

Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Nace la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alégrense, justos, en el Señor y alaben su santo nombre. R.



EVANGELIO

Jn 20, 1-8

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

Palabra del Señor.



Comentario

En realidad, el discípulo amado no vio nada que aparentemente le sirva para creer. Solo el sepulcro vacío y una vendas en el piso. Sin embargo, quien tiene el corazón dispuesto tiene los ojos del alma abiertos para ver más allá de lo que ven los ojos del cuerpo.

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