viernes, 28 de enero de 2011

Santo Tomás de Aquino, - presbítero y doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.

Tomás nació en el año 1225. A los 18 años ingresó en la Orden de los Predicadores y en poco tiempo se convirtió de estudiante en profesor de filosofía y teología. Enseño en Orvietto, Roma y Nápoles. Su gran mérito fue utilizar la filosofía aristotélica como herramienta para razonar los misterios de Dios, algo inusual y extraño para su época, lo cual le valió numerosos enemigos. Su actividad contemplativa e intelectual lo llevó a escribir varios tratados, siendo su obra más popular la Suma Teológica, que inspiró la teología de varios siglos de la Iglesia, especialmente en la formación del clero y teólogos y que aún hoy sigue siendo una obra de consulta.

LECTURA

Heb 10, 32-39

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate, unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera. Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente. No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa. Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa. Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar. Mi justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo. Nosotros no somos de "los que se vuelven atrás" para su perdición, sino que "vivimos en la fe" para preservar nuestra alma.

Palabra de Dios.



Comentario

Al igual que en aquellos tiempos de los inicios de la iglesia, ser cristiano hoy también nos puede traer burlas, incomprensión, injurias y sufrimiento. Este texto nos exhorta a la confianza y a la paciencia. Sabemos a quién le hemos entregado nuestra vida. Sabemos que él cumple sus promesas.



SALMO

Sal 36, 3-6. 23-24. 39-40

R. La salvación de los justos viene del Señor

Confía en el Señor y practica el bien; habita en la tierra y vive tranquilo: que el Señor sea tu único deleite, y él colmará los deseos de tu corazón. R.

Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra; hará brillar tu justicia como el sol, y tu derecho como la luz del mediodía. R.

El Señor asegura los pasos del hombre en cuyo camino se complace: aunque caiga no quedará postrado, porque el Señor lo lleva de la mano. R.

La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro; el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él. R.

Aleluya. Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.



EVANGELIO

Mc 4, 26-34

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús decía a sus discípulos: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

Palabra del Señor.



Comentario

El crecimiento de una semilla es un misterio para la mayoría de los hombres. Incluso para el mismo que siembra. No sabemos, en verdad, cómo va transformándose hasta llegar a ser algo totalmente diferente a su origen. En este sentido Jesús compara el crecimiento del Reino con el de la semilla. No sabemos cómo crece, cómo adquiere nuevas formas, en qué realidades concretas se va transformando. A veces esperamos que el Reino de Dios adquiera características preestablecidas por nosotros, o queremos forzar su crecimiento para que sea lo que nosotros pensamos o deseamos. Y sin embargo, como este reino es de Dios, y no nuestro, se nos escapa constantemente de nuestros mismos proyectos. Nuestra responsabilidad es sembrar la semilla, como dice la parábola; el crecimiento ya depende del dueño del campo.

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