jueves, 28 de febrero de 2013

De la feria. Morado.
LECTURA
Jer 17, 5-10
Lectura del libro de Jeremías.
Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! Él es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones.
Palabra de Dios.

Comentario
El corazón es lo más íntimo del ser humano. Allí es donde cada persona hace su opción de entregarse a Dios o fiarse de sus propias fuerzas. Dios conoce esta intimidad, él sabe de qué estamos hechos, y sabe si nuestro corazón se inclina a él o se apega a otras cosas donde buscamos vanamente asegurarnos la vida.

SALMO
Sal 1, 1-4. 6
R. ¡Feliz el que pone su confianza en el Señor!
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! R.
Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. R.
No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal. R.

EVANGELIO
Lc 16, 19-31
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan". "Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí". El rico contestó: "Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento". Abraham respondió: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen". "No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán". Pero Abraham respondió: "Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán".
Palabra del Señor.

Comentario
Las riquezas y placeres de este hombre rico no le permitieron ver la realidad en toda su dimensión. No veía ni siquiera lo que estaba delante de sus narices: un pobre en su propia puerta. Este rico es la figura de quienes creen tener la vida asegurada por sus posesiones, riquezas o influencias, y no se abren a una vida comunitaria, donde los recursos se comparten y proveen. "¿Cómo debe ser una comunidad cristiana? Todas las funciones comunitarias deben ser asumidas como un servicio. El mayor entre ustedes debe ser el que sirve. A nadie deben llamar Señor, Doctor (Rabino), ni Padre, ni Guía; pues la comunidad de Jesús debe mantener, legitimar y alimentar no las diferencias, sino la fraternidad. Esta es la ley básica: ¡Todos ustedes son hermanos y hermanas! La fraternidad nace de la experiencia de que Dios es Padre, lo que hace de todos nosotros hermanos y hermanas" (C. Mesters, Colección Travesía, Ed. Centro Bíblico Ecuménico).

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