viernes, 20 de enero de 2012

Misa a elección. Feria. Verde. - San Fabián, papa y mártir. (ML). Rojo. San Sebastián, mártir. (ML). Rojo.

San Fabián era un laico cuando fue elegido Papa. Durante su pontificado se destaca la organización de la iglesia de Roma, el cuidado de las tumbas de los mártires y la evangelización de las Galias. Murió como mártir durante la persecución del emperador Decio (año 250).

Sebastián fue un joven soldado romano, que también fue martirizado al conocerse su condición de cristiano. Se recuerda juntos a estos dos mártires ya que sus sepulcros se encuentran en el mismo sitio.

LECTURA

1Sam 24, 3-21

Lectura del primer libro de Samuel.

Saúl reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. Ellos le dijeron: "Éste es el día en que el Señor te dice: 'Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca'". Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres: "¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!". Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino. Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: "¡Mi señor, el rey!". Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: "¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: 'No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor'. ¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti. 'La maldad engendra maldad', dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!". Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, éste exclamó: "¿No es esa tu voz, hijo mío, David?", y prorrumpió en sollozos. Luego dijo a David: "La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos".

Palabra de Dios.



Comentario

"¿Qué hombre encuentra a su enemigo y le permite seguir su camino en paz?". Con esta frase, Saúl reconoce la grandeza de corazón de David. Y a su vez, David, con sus palabras, expresa que sólo a Dios le corresponde el juicio. David no ha querido aprovecharse de la situación; al contrario, ha querido hacer lo justo a los ojos de Dios. En situaciones mucho más pequeñas y cotidianas, nos encontramos ante esta disyuntiva de "sacar ventaja" o proceder con rectitud.



SALMO

Sal 56, 2-4. 6. 11

R. ¡Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad!

Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a la sombra de tus alas hasta que pase la desgracia. R.

Invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que lo hace todo por mí: Él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me atacan. ¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad! R.

¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra! Porque tu misericordia se eleva hasta el cielo, y tu fidelidad hasta las nubes. R.



EVANGELIO

Mc 3, 13-19

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce, a los que les dio el nombre de Apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Palabra del Señor.



Comentario

"La inserción del evangelizador exige que él esté inserto en Cristo, por el seguimiento en el amor que lo hace participar de la vida de Jesús. La inserción en la miseria humana requiere la inserción en el amor de Jesús; el corazón de Cristo es el que nos conduce al corazón de las masas. La misma exigencia está implicada en el modo como Cristo llama a aquellos que lo seguirán en su misión. Igualmente en la elección de los Doce: la sustancia de esta elección es 'para estar con él? y enviarlos a predicar'. Es decir, de la intimidad con Cristo nace el dinamismo de la inserción apostólica" (Segundo Galilea, La inserción en la vida de Jesús y en la misión, Ed. Paulinas).

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