lunes, 17 de octubre de 2011

San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. (MO). Rojo.

Ignacio fue el tercer obispo de Antioquía, padeció la persecución de Domiciano y fue condenado a muerte por Trajano. En su viaje hacia Roma animaba a las comunidades y las exhortaba a vivir en la entrega fiel al evangelio. Fue uno de los grandes padres de la Iglesia, cuyo testimonio sigue animando a las comunidades actuales a través de sus escritos. Murió mártir en Roma el año 107.

LECTURA

Rom 4, 20-25

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Abraham no dudó de la promesa de Dios, por falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación. Pero cuando dice la Escritura: "Dios tuvo en cuenta su fe", no se refiere únicamente a Abraham, sino también a nosotros, que tenemos fe en Aquel que resucitó a nuestro Señor Jesús, el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación.

Palabra de Dios.


Comentario

Pablo busca que los cristianos de Roma comprendan que no hay esfuerzo humano que por sí mismo pueda alcanzar la salvación. Es Dios quien nos justifica, quien nos salva. Nuestra respuesta a este don es vivir como hombres y mujeres a quienes Dios rescató por su gracia.



SALMO

Lc 1, 69-75

R. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel!

Nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas. R.

Para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza. R.

Del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. R.



EVANGELIO

Lc 12, 13-21

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Uno de la multitud dijo a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?". Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

Palabra del Señor.


Comentario

Tanto en el pedido de este hombre, como en el ejemplo que da Jesús aparece el mismo tema: la cuestión material, el acumular bienes. La búsqueda obsesiva de una seguridad material atenta contra el sentido de dependencia de Dios. Lo material no puede tapar nuestras necesidades espirituales.

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