martes, 19 de octubre de 2010

Misa a elección. Feria. Verde. - San Pablo de la Cruz, presbítero. (ML). Blanco. - San Juan Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros, - y compañeros, mártires. (ML). Rojo.

Juan e Isaac estaban entre los primeros integrantes de la Compañía de Jesús que evangelizaron Canadá. Allí sufrieron ataques de parte de los indígenas del lugar, hasta que finalmente murieron mártires, junto con otros seis compañeros, entre los años 1647 y 1648.

LECTURA

Ef 2, 12-22

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

Hermanos: Antes ustedes no tenían a Cristo y estaban excluidos de la comunidad de Israel, ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquéllos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción, tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

Palabra de Dios.



Comentario

Jesucristo derribó los muros de separación para ser él nuestra paz. Y sin embargo, seguimos levantando muros y separaciones, aun entre los creyentes. Siempre encontraremos motivos humanos para dividir y enfrentar: nación, clase social, sexo, ideas políticas, etc. Y siempre está Jesucristo, desde la cruz, llamándonos a la paz y la unidad.



SALMO

Sal 84, 9. 10-14

R. El Señor promete la paz para su pueblo.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán; la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La justicia irá delante de él, y la paz, sobre la huella de sus pasos. R.



EVANGELIO

Lc 12, 35-38

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!".

Palabra del Señor.



Comentario

Dos veces en este breve párrafo encontramos la bienaventuranza "¡Felices!". Felices los que viven despiertos y atentos, que no se dejan aturdir ni embotar por cosas efímeras y saben poner la mirada y el corazón en lo trascendente. Felices los que saben reconocer al Señor que viene al encuentro.

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