domingo, 24 de octubre de 2010

30º domingo durante el año. Verde.

PRIMERA LECTURA

Ecli 35, 12-14. 16-18

Lectura del libro del Eclesiástico.

El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.

Palabra de Dios.



Comentario

Dios es un juez justo y conoce las intenciones del corazón. Él está atento a la súplica sincera y humilde. Quien se confía a él, no queda defraudado, porque él conoce lo que hay en el interior. Los oprimidos, los pobres, los que no tienen ni recursos ni riquezas en las cuales apoyarse, ponen su confianza en Dios y sus oraciones llegan hasta lo alto.



SALMO

Sal 33- 2-3. 17-19. 23

R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.

El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.



SEGUNDA LECTURA

2Tim 4, 6-8. 16-18

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Palabra de Dios.



Comentario

Si miramos hacia el final de nuestra vida, lo que veremos es el Reino celestial. También nosotros podemos dar testimonio de la forma en que, a cada momento, el Señor está a nuestro lado y sostiene nuestra vida con su amor. Él nos aguarda para el encuentro en el día de su manifestación.



EVANGELIO

Lc 18, 9-14

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas". En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

Palabra del Señor.



Comentario

La parábola presenta dos figuras opuestas en la sociedad religiosa. Los fariseos eran laicos comprometidos, cumplidores de los preceptos en su vida familiar, laboral y religiosa. Los publicanos eran judíos que trabajaban en la recaudación de impuestos para Roma, odiados por sus compatriotas, acusados de abusar de los privilegios de su puesto y enriquecerse con su tarea. El fariseo mide su vida por parámetros externos: el cumplimiento de las normas y la comparación con los demás. El publicano, en cambio, se presenta delante de Dios sin ocultar su realidad. ¿Cómo nos presentamos cuando vamos a rezar?

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