jueves, 22 de julio de 2010

Santa María Magdalena. (MO). Blanco.

Junto con los doce y con María, la madre del Señor, María Magdalena es la figura más importante en la vida pública de Jesús. Ella formó parte del grupo de mujeres que seguían a Jesús evangelizando (Lc 8, 1-3) y que estuvieron junto a él en el momento de la cruz, cuando los doce se dispersaron (Mc 15, 40-41). A ella antes que a nadie se apareció Jesús Resucitado, con el encargo de que llevara la noticia de la resurrección a la comunidad. Por eso ella es apóstol de los apóstoles.

LECTURA

Cant 3, 1-4

Lectura del Cantar de los cantares.

Así habla la esposa: "En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: '¿Han visto al amado de mi alma?'. Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma".

Palabra de Dios.



Comentario

Desde una dulce experiencia de amor, el autor relata la amargura del desencuentro amoroso. Ambas realidades: dulzura y amargura, se hacen presente en el deseo de amar y ser amado, en una historia que se completará en el encuentro definitivo con el amor, eternamente.



Comentario

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

Palabra de Dios.



SALMO

Sal 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.



EVANGELIO

Jn 20, 1-2. 11-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentado uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir, "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Palabra del Señor.



Comentario

Lo que anunciamos en el comentario anterior se refleja en este texto. María Magdalena, amiga del Señor, lo busca desesperadamente, y al encontrarlo su corazón descansa. Imaginamos que su dolor ya cesó, pero no es así. El amor todavía aguarda, porque no puede alcanzar a quien "sube al Padre". Nuevamente, la espera. Nuevamente la confianza en volver a encontrarlo. Pero mientras tanto, la actividad, el anuncio de que el amor está vivo, presente, y actúa.

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