Santos Carlos Lwanga y compañeros, -
mártires. (MO). Rojo.
LECTURA
Tob 1, 3; 2, 1b-8
Lectura del libro de Tobías.
Yo,
Tobit, seguí los caminos de la verdad y de la justicia todos los días
de mi vida. Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis compatriotas
deportados conmigo a Nínive, en el país de los Asirios. En nuestra
fiesta de Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete semanas, me
prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer. Cuando me encontré
con la mesa llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías: "Hijo mío, ve a
buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún pobre que
se acuerde de todo corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi
comida. Yo esperaré hasta que tú vuelvas". Tobías salió a buscar a un
pobre entre nuestros hermanos, pero regresó, diciéndome: "¡Padre!". Yo
le pregunté: "¿Qué pasa, hijo?". Y él agregó: "Padre, uno de nuestro
pueblo ha sido asesinado: lo acaban de estrangular en la plaza del
mercado, y su cadáver está tirado allí". Entonces me levanté rápidamente
y, sin probar la comida, fui a retirar el cadáver de la plaza, y lo
deposité en una habitación para enterrarlo al atardecer. Al volver, me
lavé y me puse a comer muy apenado, recordando las palabras del profeta
Amós contra Betel: 'Sus fiestas se convertirán en duelo y todos sus
cantos en lamentaciones'. Y me puse a llorar. A la caída del sol, cavé
una fosa y enterré el cadáver. Mis vecinos se burlaban de mí, diciendo:
"¡Todavía no ha escarmentado! Por este mismo motivo ya lo buscaron para
matarlo. ¡Apenas pudo escapar, y ahora vuelve a enterrar a los
muertos!".
Palabra de Dios.
Comentario
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a un muerto es un acto de piedad. Y Tobit no duda en cumplir con este
mandato a pesar de que corre un riesgo. Desde este momento, toda la vida
de Tobit se transforma: la comida se convierte en ayuno, la alegría se
posterga y deja lugar al llanto. Desde ahora deberá cuidarse hasta de
sus vecinos.
SALMO
Sal 111, 1-6
R. ¡Feliz el que teme al Señor! O bien: Aleluya.
Feliz
el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su
descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es
bendecida. R.
En su
casa habrá abundancia y riqueza, su generosidad permanecerá para
siempre. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el
Bondadoso, el Compasivo y el Justo. R.
Dichoso
el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con
rectitud. El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para
siempre. R.
EVANGELIO
Mc 12, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús
se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, los escribas y
los ancianos, y les dijo: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un
lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos
viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un
servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le
correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las
manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo
maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo
mataron, y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le
quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último
término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero los viñadores se
dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será
nuestra'. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la
viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y
entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura:
'La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra
angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos'?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que
esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la
multitud. Y dejándolo, se fueron.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús
habla de sí mismo, del desprecio y de la violencia de quienes se oponen
a su mensaje liberador. Pero también habla de nosotros, de nuestro
lugar en la viña, en el campo de Dios, de nuestra capacidad de escuchar
al Señor y dejarnos seducir por sus palabras, de aceptar cambiar y hasta
padecer las mismas consecuencias que padeció Jesús por la coherencia
entre su mensaje y su vida.
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