martes, 7 de mayo de 2013

De la feria. Blanco.
LECTURA
Hech 16, 22-34
Lectura de los Hechos de los apóstoles.
En Filipos, la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo. Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban. De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel y, en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado. Pero Pablo le gritó: "No te hagas ningún mal, estamos todos aquí". El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas. Luego los hizo salir y les preguntó: "Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?". Ellos le respondieron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia". En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas. Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia. Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la alegría de haber creído en Dios.
Palabra de Dios.

Comentario
¡Qué cambio para este guardiacárcel! De pensar en matarse a encontrar la vida plena. En un ambiente sórdido y violento como la cárcel, vemos a este hombre que es capaz de sanar heridas y ofrecer hospitalidad. El poder transformador y liberador del evangelio llega a cada rincón y a cada persona, para convertir las relaciones de violencia y sometimiento en relaciones de comunión.

SALMO
Sal 137, 1-3. 7c-8
R. ¡Tu derecha me salva, Señor! O bien: Aleluya.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles. Me postraré ante tu santo Templo y daré gracias a tu Nombre. R.
Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.
Tu derecha me salva. El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

EVANGELIO
Jn 16, 5-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: "¿A dónde vas?". Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
Palabra del Señor.

Comentario
Estas palabras, ubicadas en la última cena de Jesús con la comunidad, tienen el carácter de un discurso de despedida. Ante la inminencia de la separación, Jesús promete algo nuevo. Él ya no estará físicamente, pero enviará al Espíritu Santo. Así, esa promesa se cumplirá en aquellos discípulos con la llegada del Espíritu Santo, y se sigue cumpliendo en cada uno de nosotros hoy. El Espíritu Santo, vivo en nuestros corazones, es el modo de presencia de Dios en el mundo.

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