De la feria. Misa del día 19. Morado.
LECTURA
Jc 13, 2-7. 24-25a
Lectura del libro de los Jueces.
Había
un hombre de Sorá, del clan de Dan, que se llamaba Manóaj. Su mujer era
estéril y no tenía hijos. El Ángel del Señor se apareció a la mujer y
le dijo: "Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a
dar a luz un hijo. Ahora, deja de beber vino o cualquier bebida
fermentada, y no comas nada impuro. Porque concebirás y darás a luz un
hijo. La navaja nunca pasará por su cabeza, porque el niño estará
consagrado a Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel
del poder de los filisteos". La mujer fue a decir a su marido: "Un
hombre de Dios ha venido a verme. Su aspecto eran tan imponente, que
parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era, ni él me dio a
conocer su nombre. Pero me dijo: 'Concebirás y darás a luz un hijo. En
adelante, no bebas vino ni bebida fermentada, ni comas nada impuro,
porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta
el día de su muerte'". La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El
niño creció y el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a
actuar sobre él.
Palabra de Dios.
Comentario
En
el Antiguo Israel, había una forma especial de consagración a Dios: los
nazireos. Estos hombres no se cortaban el cabello ni bebían vino. Su
consagración tenía un sentido profundo de servicio a la comunidad, por
eso se dice de Sansón que "salvará a Israel de los filisteos". Para esta
misión, el nazireo no está solo: el Espíritu de Dios actúa en él.
SALMO
Sal 70, 3-4a. 5-6ab. 16-17,
R. ¡Mi boca proclama tu alabanza, Señor!
Sé
para mí una roca protectora, Señor, tú que decidiste venir siempre en
mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. Líbrame, Dios mío, de
las manos del impío. R.
Porque
tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me
apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi
protector. R.
Vendré
a celebrar las proezas del Señor, evocaré tu justicia, que es sólo
tuya. Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he
narrado tus maravillas. R.
EVANGELIO
Lc 1, 5-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En
tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías,
de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era
descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en
forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero
no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad
avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la
función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la
costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el
incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración,
mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del
Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías
quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: "No temas;
Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un
hijo al que llamarás Juan. Él será para ti un motivo de gozo y de
alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a
los ojos del Señor. No beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu
Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al
Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías,
para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a
la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien
dispuesto". Pero Zacarías dijo al Ángel: "¿Cómo puedo estar seguro de
esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El Ángel
le respondió: "Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido
enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo,
sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber
creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo". Mientras
tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que
permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía
hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el
Santuario. Él se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al
cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco
después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante
cinco meses. Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí,
cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".
Palabra del Señor.
Comentario
Como
ocurrió con los antiguos nazireos, también Juan queda consagrado a Dios
desde antes de nacer. Como ellos, tiene una importante misión para el
bien de su comunidad: convertir, reconciliar, preparar el camino,
adelantarse. En estos días que restan hasta la Navidad, tengamos por
compañero a Juan Bautista, para que él nos allane el camino hacia el
encuentro con el Mesías que llega.
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