jueves, 17 de enero de 2013

San Antonio, abad. (MO). Blanco.
Es conocido también como san Antonio de Egipto, y en algunos lugares, popularmente como san Antón. A los veinte años, se retiró al desierto para llevar una vida de silencio y oración. Se lo considera el primer ermitaño, ya que muchos después de él adoptaron su estilo. Por este motivo, san Antonio tuvo que redactar una regla de vida. Cuando las necesidades de la Iglesia así lo indicaron, san Antonio abandonó por momentos la vida en soledad, ya fuera para estar junto a los cristianos perseguidos o para defender la fe frente a las herejías. Murió en el año 356.
LECTURA
Heb 3, 7-14
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Como dice el Espíritu Santo: "Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón como en el tiempo de la Rebelión, el día de la Tentación en el desierto, cuando sus padres me tentaron poniéndome a prueba, aunque habían visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me irrité contra aquella generación, y dije: Su corazón está siempre extraviado y no han conocido mis caminos. Entonces juré en mi indignación: Jamás entrarán en mi Reposo". Tengan cuidado, hermanos, no sea que alguno de ustedes tenga un corazón tan malo que se aparte del Dios viviente por su incredulidad. Antes bien, anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy, a fin de que nadie se endurezca, seducido por el pecado. Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial.
Palabra de Dios.

Comentario
Este "hoy" del que habla el autor de la carta es todo el tiempo que dure nuestra vida. Nos llama a ablandar el corazón. Un corazón que puede cerrarse al hermano, a sus dolores, a sus reclamos, a sus dudas y a sus conflictos. Incluso, a las palabras o ideas diferentes a las nuestras. Ablandar el corazón es buscar la comunión más allá de todo.

SALMO
Sal 94, 6-11
R. ¡Ojalá escuchen hoy la voz del Señor!
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: "No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras". R.
"Cuarenta años me disgustó esa generación, hasta que dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no conoce mis caminos. Por eso juré en mi indignación: jamás entrarán en mi Reposo". R.

EVANGELIO
Mc 1, 40-45
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.

Comentario
¿Somos capaces de proclamar, casi gritar, lo que ha hecho Jesús por nosotros? ¿Nos sentimos con la libertad de contar que hemos sido curados, rescatados y liberados? A veces, sentimos cierto pudor que casi puede confundirse con vergüenza y, sin embargo, nuestro testimonio podría hacer que muchos hermanos se acercaran a Jesús al escucharnos.

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