viernes, 3 de febrero de 2012

Misa a elección. Feria. Verde. San Blas, obispo y mártir. (ML). Rojo. San Oscar, obispo. (ML). Blanco.

San Blas nació en Sebaste (Armenia) y fue obispo de esa ciudad. Bajo la persecución del Imperio romano, fue confinado a vivir en una cueva. Hasta allí llegó una madre para pedir por su hijito, atragantado con una espina de pescado. El santo lo curó haciendo la señal de la cruz. Por eso es el protector de los males de la garganta. Es usual en este día bendecir las gargantas de los fieles imponiendo dos candelas.

LECTURA

Ecli 47, 2-11

Lectura del libro del Eclesiástico.

Como se aparta la grasa del sacrificio de comunión, así fue elegido David entre los israelitas. Él jugó con leones como si fueran cabritos y con osos como si fueran corderos. ¿Acaso, siendo joven, no mató a un gigante y extirpó el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat? Porque él invocó al Señor, el Altísimo, que fortaleció su brazo para exterminar a un guerrero poderoso y mantener erguida la frente de su pueblo. Por eso, lo glorificaron por los diez mil, y lo alabaron por las bendiciones del Señor, ofreciéndole una diadema de gloria. Porque él destruyó a los enemigos de alrededor y aniquiló a sus adversarios, los filisteos, quebrando su poderío hasta el día de hoy. En todas sus obras rindió homenaje al Santo Altísimo, con palabras de gloria; cantó himnos de todo corazón, mostrando su amor por su Creador. Estableció cantores delante del altar, para que entonaran cantos melodiosos; dio esplendor a las fiestas, y ordenó perfectamente las solemnidades, haciendo que se alabara el santo Nombre del Señor y que resonara el Santuario desde el alba. El Señor borró sus pecados y exaltó su poderío para siempre, le otorgó una alianza real y un trono de gloria en Israel.

Palabra de Dios.



Comentario

Este pasaje pertenece al libro del Eclesiástico, también llamado Sirácida o Sabiduría de Ben Sirá. Fue compuesto alrededor del año 150 a.C., es decir, ochocientos años después de David. El texto nos permite conocer el gran aprecio y recuerdo que había hacia el rey David en esa época, ya cercana a Jesús. David es recordado por su valentía, su entrega por el pueblo, su amor a Dios, que lo llevó a componer y cantar los salmos, y su capacidad de arrepentimiento ante el pecado. Todo esto nos permite entender también el hondo significado que tuvo para los contemporáneos de Jesús la expresión "Hijo de David".



SALMO

Sal 17, 31. 47. 50-51

R. ¡Te alabaré entre las naciones, Señor!

El camino de Dios es perfecto, la promesa del Señor es digna de confianza. El Señor es un escudo para los que se refugian en él. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Por eso te alabaré entre las naciones y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre. R.

Él concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido, a David y a su descendencia para siempre. R.



EVANGELIO

Mc 6, 14-29

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. Su hija, también llamada Herodías, salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió ésta. La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.



Comentario

"Juan el profeta ascético cuya influencia determinó decisivamente el curso del ministerio público de Jesús, el profeta carismático administrador de un bautismo definitivo que Jesús recibió de sus manos, el predicador de una llamada al arrepentimiento renovada y extendida por Jesús a todo Israel, ese profeta llamado Juan encontró una muerte violenta a manos de un dirigente que gobernaba Galilea, precisamente la región donde el profeta Jesús estaba desarrollando buena parte de su ministerio escatológico. Contemplado en sí mismo, tan siniestro final de un hombre santo, al que después de su muerte muchos veneraron como a un mártir, no podía por menos de hacer pensar al profeta Jesús en los peligros que implicaba la continuación del ministerio de Juan, aun renovado y reinterpretado" (John Meier, Un judío marginal, Ed. Verbo Divino).

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