sábado, 5 de marzo de 2011

Misa a elección. Feria. Verde. - Santa María en sábado. Blanco.

LECTURA

Ecli 51, 12-20

Lectura del libro del Eclesiástico.

¡Señor, te daré gracias y te alabaré! Bendeciré el nombre del Señor. En mi juventud, antes de andar por el mundo, busqué abiertamente la sabiduría en la oración; a la entrada del Templo, pedí obtenerla y la seguiré buscando hasta el fin. Cuando floreció como un racimo que madura, mi corazón puso en ella su alegría; mi pie avanzó por el camino recto y desde mi juventud seguí sus huellas. Apenas le presté un poco de atención, la recibí y adquirí una gran enseñanza. Yo he progresado gracias a ella: al que me dio la sabiduría le daré la gloria. Porque resolví ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no me avergonzaré de ello. Mi alma luchó para alcanzarla, fui minucioso en la práctica de la Ley, extendí mis manos hacia el cielo y deploré lo que ignoraba de ella. Hacia ella dirigí mi alma y, conservándome puro, la encontré.

Palabra de Dios.



Comentario

¡Qué canto maravilloso! Este hombre no buscaba el poder, ni la fama, ni el reconocimiento popular. Buscaba solo la sabiduría para que su vida tenga sentido, y pueda tener un proyecto. Pudo superar la mediocridad, y buscar "más allá" de lo que veían sus ojos.



SALMO

Sal 18, 8-11

R. ¡Tus preceptos alegran el corazón, Señor!

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.



EVANGELIO

Mc 11, 27-33

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Después de haber expulsado a los vendedores del Templo, Jesús volvió otra vez a Jerusalén. Mientras caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan Bautista, ¿venía del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: 'De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".

Palabra del Señor.



Comentario

Cuando alguien se ha cerrado a la verdad, por más que le muestren signos, milagros, gestos, no podrá aceptar nada. Simplemente porque su corazón no tiene lugar para algo nuevo y diferente. Por eso Jesús, sin caer en la trampa de la dialéctica, les devuelve la pregunta.

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