sábado, 4 de agosto de 2012

San Juan María Vianney, presbítero. (MO). Blanco.
Juan María nació cerca de Lyon en el año 1786. De pocas luces y con serios problemas para el estudio de la teología y la filosofía, fue ordenado sacerdote simplemente "por ser un modelo de piedad", pero no recibió inmediatamente la facultad para confesar. Fue enviado al pequeño pueblo de Ars como vicario y luego, como párroco. En ese foco de inmoralidad en el que habitaban no más de 200 personas, quien fue luego conocido como "el cura de Ars", dedicó su vida para la conversión de la gente. En poco tiempo, Ars se convirtió en un modelo de pueblo piadoso, y Juan María Vianney, en un excelente confesor y director espiritual. Murió a los 73 años, el 4 de agosto de 1859.
LECTURA
Jer 26, 11-15. 24
Lectura del libro de Jeremías.
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: "Jeremías es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos". Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: "El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado. En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras". Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera entregado en manos del pueblo para ser ejecutado.
Palabra de Dios.
Comentario
Mientras todos reclaman "¡pena de muerte!", el profeta predica conversión. Por esta postura, el profeta vive siempre amenazado; su propuesta choca con la de aquellos que quieren manejar la realidad a su antojo. Sólo el cambio de vida auténtico y profundo, dejando el pecado, la hipocresía y el egoísmo, podrá traer vida para el pueblo.
SALMO
Sal 68, 15-16. 30-31. 33-34
R. ¡Respóndeme, Dios mío, por tu gran amor!
Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el Abismo, que el Pozo no se cierre sobre mí. R.
Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. R.
EVANGELIO
Mt 14, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, su hija, también llamada Herodías, bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
Palabra del Señor.
Comentario
Hay un sentimiento humano que recorre todo este episodio: el miedo. Herodes tiene miedo de lo que hace Jesús, como tuvo miedo de la denuncia de Juan Bautista, como tuvo miedo de la reacción del pueblo y como tuvo miedo de quedar mal frente a los comensales. Se movió atemorizado y dejándose dominar; él, que tenía un cargo confiado por los romanos para dominar sobre la población. Juan Bautista no se dejó vencer por el miedo, y predicó lo que debía predicar, aunque esto significará el peligro real de la cárcel y la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu visita!!!