miércoles, 22 de agosto de 2012

La Santísima Virgen María, Reina. (MO). Blanco.
María es la madre del Rey y Señor de la Historia. Este rey viene para liberar y para devolver a cada hombre y a cada mujer su propia dignidad de reyes y reinas. Así como en el Antiguo Testamento los reyes eran ungidos con el óleo santo para ejercer su función, así fue ungido Jesucristo, y en él somos ungidos el día de nuestro bautismo. En María celebramos, en primer lugar, este don de la realeza que nos asocia a Cristo.
LECTURA
Is 9, 1-6
Lectura del libro de Isaías.
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
Comentario
¡Cuántas noches atraviesan los pueblos! ¡Cuántas noches atravesamos también nosotros en nuestras dolorosas vidas! Y sin embargo, caminamos en espera de esa "gran luz", una luz que ya ha brillado hace mucho tiempo y que aún tiene que penetrar sobre muchas oscuridades. Hoy esa luz es esperanza, la vemos desde la fe, y caminamos en esta noche creyendo que al final veremos el amanecer.
SALMO
Sal 112, 1-8
R. Bendito sea el nombre del Señor para siempre.
Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, desde ahora y para siempre. R.
Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor. El Señor está sobre todas las naciones, su gloria se eleva sobre el cielo. R.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que tiene su morada en las alturas, y se inclina para contemplar el cielo y la tierra? R.
Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria, para hacerlo sentar entre los nobles, entre los nobles de su pueblo. R.
EVANGELIO
Lc 1, 26-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y se le llamará Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no convivo con ningún hombre?". El ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será santo y se le llamará Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el ángel se alejó.
Palabra del Señor.
Comentario
La voluntad divina se encontró con la dócil voluntad humana de María. Para ella, la situación era difícil, arriesgada y peligrosa; sabía que lo que para los hombres es imposible, para Dios es posible; que el Señor aporta plenitud y no minusvalía; que lo que Dios pide, antes lo facilita; y que lo que propone es infinitamente mejor para el hombre (Mateo Bautista, Comentarios Bíblicos Dominicales, Ciclo A, 1ª edición, San Pablo, 2011).

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