domingo, 26 de agosto de 2012

Domingo 21º durante el año. Verde.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme; salva a tu servidor que en ti confía. Ten piedad de mí, Señor, que te invoco todo el día.
Lectura del libro de Josué.
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del Señor. Entonces Josué dijo a todo el pueblo: "Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor". El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios".
Palabra de Dios.
Comentario
El texto trae a la memoria del pueblo una asamblea que, probablemente, se celebraba anualmente en tiempos en que Israel se estaba estableciendo y organizando en la tierra que Dios le había dado. El pueblo, cada año, debía reiterar su fe en Dios y despojarse de otros dioses. Era un acto de fe que se expresaba en compromisos concretos.
SALMO
Sal 33, 2-3. 16-23
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. R.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. R.
El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo. R.
La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán castigados; pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.
SEGUNDA LECTURA
Ef 5, 21-33
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres a su propio marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido. Los maridos amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne". Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su propia mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.
Palabra de Dios.
Comentario
La afirmación de la superioridad del varón sobre la mujer es propia de una cultura del siglo primero. Hoy no pensamos así. Al contrario, cada día trabajamos, luchamos y nos comprometemos por la igualdad de derechos de todos los seres humanos, sin distinguir sexo, raza o religión.
EVANGELIO
Jn 6, 60-69
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
Palabra del Señor.
Comentario
"Siempre la crítica es el pan de la predicación del verdadero evangelio y Cristo no se desdice ante aquel rechazo, ante aquella duda que se expone en él, ante la misma traición de Judas que prefiere treinta monedas a la amistad del Señor. Cristo está resuelto a quedarse solo. No solo: solo con su Padre, que es lo principal, solo con Dios. Esto es lo único que vale. Y desde Dios, predicar la verdad y el que la quiera seguir, estará no con el que predica sino con Dios. Por eso Cristo pregunta: '¿Ustedes se quieren ir?'. La respuesta de Pedro nos orienta: '¿A quién iremos, Señor? ¡Si sólo tú nos dices palabras de vida eterna!'. (...) ¡Qué triste es la caída del que idolatraba a un dios que no lo puede salvar! ¿De qué sirve todo el dinero y todo el poder en la hora de la muerte? 'Sólo tú, Señor, tienes palabra de vida eterna'" (Mons. Romero, 26 de agosto de 1979).

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