domingo, 18 de marzo de 2012

Domingo IV de Cuaresma. Morado.

LECTURA

2Crón 36, 14-16. 19-23

Lectura del segundo libro de las Crónicas.

Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio. Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada, y éstos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: "La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años". En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y éste mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: "Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!".

Palabra de Dios.



Comentario

Este pasaje hace un resumen de un período muy importante en la historia de los antepasados: el exilio en Babilonia y el posterior retorno. El autor interpreta este retorno a Jerusalén y la reconstrucción del Templo como un signo de la misericordia de Dios, anticipando las palabras de Jesús, que nos dice que Dios no quiere juzgar al mundo sino salvarlo.



SALMO

Sal 136, 1-6

R. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: "¡Canten para nosotros un canto de Sión!" R.

¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.

Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías. R.



SEGUNDA LECTURA

Ef 2, 4-10

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

Hermanos: Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo ?¡ustedes han sido salvados gratuitamente!? y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.

Palabra de Dios.



Comentario

No nos "auto salvamos". La salvación viene de Dios, es su obra de amor por nosotros. Es él quien tiene la iniciativa de hacernos participar de su comunión de amor. Este es el regalo gratuito que nos hace en la Pascua de Jesucristo.



EVANGELIO

Jn 3, 14-21

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Palabra del Señor.



Comentario

La expresión "salvarse" se usa hoy de muchas maneras. "Se salva" el que hace un buen negocio, "se salva" el que consigue un buen puesto, y hasta se aplica el término para quien "se salva" de cumplir alguna obligación. ¡Qué alcances tan cortos tiene esa "salvación"! Puede ocurrir que, apremiados por el día a día, nuestro concepto de "salvación" sea así de breve y efímero. Pero Dios quiere mucho más. Él quiere darnos vida eterna.

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