lunes, 28 de noviembre de 2011

De la feria. Morado. I de Adviento.

LECTURA

Is 2, 1-5

Lectura del libro de Isaías.

Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: "¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!

Palabra de Dios.



Comentario

Comenzamos el tiempo de Adviento con la lectura del libro de Isaías. Este profeta empezó su actividad en Jerusalén en el año 740 a.C. Una de las características de su profecía, que apreciamos en el pasaje de hoy, es la universalidad. Desde Jerusalén, la palabra de Dios llegará a todos los pueblos. Y esa palabra recibida por todos producirá la concordia y la paz. Esta profecía expresa el deseo de todos los hombres y mujeres de buena voluntad a lo largo y ancho de la tierra.



SALMO

Sal 121, 1-2, 4-9.

R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el Nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.

Auguren la paz a Jerusalén: "¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!". R.

Por amor a mis hermanos y amigos, diré: " La paz esté contigo". Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. R.



EVANGELIO

Mt 8, 5-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole: "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a sanarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos".

Palabra del Señor.



Comentario

Este hombre era un capitán romano, de los tantos enviados por el imperio para controlar aquella región. Él, por su fe, participa de esa convocatoria universal de la que hablaba el profeta Isaías y que Jesús actualiza. También hoy este anuncio tiene vigencia. Muchos hombres y mujeres de los cuales nosotros pensamos que están alejados o que no pertenecen a nuestra iglesia o nuestros grupos, nos precederán en el banquete del Reino de Dios.

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