domingo, 1 de marzo de 2015

Domingo de la segunda semana de Cuaresma. 
PRIMERA LECTURA
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
- «¡Abrahán!»
Él respondió:
- «Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
-«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
- «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
- «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
- «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberle reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 115, 10 y 15. 16-17. 18-19
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Tenía fe, aun cuando dije: 
«¡Qué desgraciado soy!» 
Mucho le cuesta al Señor 
la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo, 
siervo tuyo, hijo de tu esclava: 
rompiste mis cadenas. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, 
invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos 
en presencia de todo el pueblo, 
en el atrio de la casa del Señor, 
en medio de ti, Jerusalén. R.


SEGUNDA LECTURA
Dios no perdonó a su propio Hijo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-34
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Palabra de Dios.


EVANGELIO
Éste es mi Hijo amado

Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
- «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
- «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
- «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor.

COMENTARIO al Evangelio del Domingo:
Por Mikel Garciandía Goñi, Capellán de San Miguel de Aralar (Navarra - España)


Toma a tu hijo único, y ofrécemelo en sacrificio


Esta segunda etapa del itinerario cuaresmal nos invita a la montaña, al lugar de la fe que se antepone a todo. En el monte la obediencia se hace luminosa. Abraham, Moisés y Elías son cumbres desde las que contemplamos el verdadero horizonte y dimensiones de Jesús. Ahora nuestra diócesis está dando el paso de renovarse con la intensa escucha de la Palabra. Pedro, Santiago y Juan ya lo dieron subiendo al Tabor con el Señor. Y lo que vieron les fortaleció y reconfortó. Nosotros lo damos escrutando la Escritura: “y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras” (Lc 24, 27).

Para entrar en la nube del Espíritu como los tres discípulos del Evangelio, para adentrarnos en el sentido último de las cosas, en el misterio, la Iglesia nos pone el modelo de Abraham. Él obedeció a Dios y a su inquietante petición: “toma a tu hijo único, y ofrécemelo en sacrificio” (Gn 22, 2). Abraham accedió: “por la fe ofreció a su hijo único en sacrificio” (cf Hb 11, 17). En la lectura del génesis hallamos uno de esos textos que únicamente Jesús entiende, interpreta y cumple. Abraham se convierte en el doble símbolo del amor de Dios que entrega a su Hijo, y del hombre que pone toda su confianza en ese Dios que no ve, y cree contra toda esperanza.

Este es mi Hijo amado; escuchadle

Así, Abraham experimentó la grandeza de Dios “en el monte Yahvé provee” (Gn 22, 14). Hoy subimos nosotros al Tabor desasidos de amarres y enganches porque Jesús quiere anticiparnos su misterio. Sabe que necesitamos afianzar nuestra débil fe, en tiempos donde las olas de la historia hacer pensar que nuestra frágil barca terminará hundiéndose. Nuestras parroquias y comunidades aparecen débiles ante otros reclamos y opciones. El futuro se presenta peligroso e incierto. Jesús nos invita a ir con Él. Moisés y Elías hablan con Él y testifican en su favor. Todas la promesas y expectativas del pueblo las consuma el Maestro.

Y entonces Dios Padre rompe su silencio y nos habla. Y no lo hace para pedirnos en sacrificio ninguno de nuestros tesoros irrenunciables, ninguna posesión ni posición innegociable. “Dios no quita nada y en cambio lo da todo”, acostumbraba a decir el papa Benedicto. Con esperanza nos presenta a su Hijo, el único, el amado. Y nos lo ofrece, como Palabra, como Luz, como Vida.

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