domingo, 10 de agosto de 2014

Domingo de la decimonovena semana del Tiempo Ordinario. 
PRIMERA LECTURA
Ponte de pie en el monte ante el Señor

Lectura del primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a
En aquellos días, cuando Ellas llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:
-«Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va pasar! »
Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hizo trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapo el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada da la cueva.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 84, 9ab-10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvació
Voy a escuchar lo que dice el Señor: 
«Dios anuncia la paz a su pueblo 
y a sus amigos.» 
La salvación está ya cerca de sus fieles, 
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, 
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra, 
y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, 
y nuestra tierra dará su fruto. 
La justicia marchará ante él, 
la salvación seguirá sus pasos. R.


SEGUNDA LECTURA
Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9, 1-5
Hermanos:
Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Palabra de Dios.


EVANGELIO
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-33
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
-«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó:
-«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo:
-«Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
-«Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
-«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
-«Realmente eres Hijo de Dios.»

Palabra del Señor.

COMENTARIO al Evangelio del Domingo:
Por Mikel Garciandía Goñi, Capellán de San Miguel de Aralar (Navarra - España)

¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!


Tras la multiplicación de los panes, Jesús cambia el escenario de su acción. En su pedagogía divino-humana, ahora él sube a lo alto del monte, y embarca a sus discípulos en el mar de Galilea. Esta escena nos resulta familiar. Cristo glorificado está ahora preparándonos nuestra morada eterna, y a la vez su distancia crea continuamente la posibilidad de una verdadera historia. El Señor, en la contemplación serena del Padre, y nosotros, en la agitación de las olas de los acontecimientos del tiempo. Hay un momento en que Dios nos parece alguien infinitamente elevado, y en otros en cambio, le vislumbramos como una presencia que genera inquietud.

Como ellos, podemos pensar que la presencia del Señor junto a nosotros es algo fantasmagórica. Si camina sobre las aguas, no puede ser como nosotros, nada tiene que ver con nosotros. El impetuoso Pedro, una vez más, rompe esa percepción: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua” (Mt 14, 28). Y ahora como entonces, Jesús abre un mundo nuevo para cada uno, con esa palabra liberadora y recreadora: “Ven”. Una orden que es una invitación y un anhelo. Pedro se debate entre el valor y el miedo, entre la duda y la certidumbre, y hace que Jesús actúe.

Después se escuchó un susurro

La escena del Antiguo Testamento nos ayuda a profundizar en el Evangelio. El gran Elías ha tenido que refugiarse en una gruta, pero esa gruta está en el monte de Dios. Acosado por la reina Jezabel, Elías acude a la montaña donde Dios concluyó la alianza con Moisés. Vuelve a los orígenes de su fe, allá donde el pueblo selló con Dios un pacto perpetuo. Ha sido fiel a su misión profética, pero necesita encontrarse con el Señor. Y el Señor le habla: “sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar” (1 Re 19, 11).

Y el prodigioso profeta, descubre que Dios no se manifiesta de modo portentoso, sino discreto. No hace aspavientos ni trata de impresionar por su fuerza y poder. Al contrario, el Dios de la Alianza, es el Dios de la confidencia íntima, de la palabra susurrada, de la verdad amorosa, no de la consigna forzada o del eslogan fácil. En definitiva, el Dios que paseaba con Adán y Eva a la hora de la brisa. Ese Dios que en Jesús, nos invita a confiar en Él. Domina los elementos, pues es el creador de todos ellos. Que esta semana tengamos ocasión de encarnar el Evangelio y proclamar en adoración: “Realmente eres Hijo de Dios” (Mt 14, 33)

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