domingo, 18 de mayo de 2014

18/05/2014 
Domingo de la quinta semana de Pascua. 
PRIMERA LECTURA
Eligieron a siete hombres llenos de espíritu

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocar al grupo de los discípulos y les dijeron:
-«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.»
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 32, 1-2. 4-5. 18-19 
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor, 
que merece la alabanza de los buenos. 
Dad gracias al Señor con la cítara, 
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.
Que la palabra del Señor es sincera, 
y todas sus acciones son leales; 
él ama la justicia y el derecho, 
y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 
en los que esperan en su misericordia, 
para librar sus vidas de la muerte 
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.


SEGUNDA LECTURA
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-9
Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
Dice la Escritura:
«Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.»
Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.

Palabra de Dios.


EVANGELIO
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? »
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

Palabra del Señor.

COMENTARIO al Evangelio del Domingo:
Por Mikel Garciandía Goñi, Capellán de San Miguel de Aralar (Navarra - España)

¿Cómo podemos saber el camino?


Hoy Cristo, adquiere el tono de la confidencia, de la intimidad de los momentos inolvidables. Jesús nos ha convocado a su Cena Pascual y es consciente de la consternación de sus amigos. Ellos no pueden contener su dolor por el Maestro que culmina esta subida a Jerusalén entregando la vida. Y ahora les habla claro. Se va pero no para siempre: “cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn 14, 3).

Toda la espera de la Iglesia se apoya en esta promesa. La novedad del tiempo, de la historia, de mi propia vida pende de este recuerdo: volverá y nos llevará con El. Y la verdad de lo que somos se manifiesta en esa vigilancia activa, en permanecer en su recuerdo. Una vez más, la sencilla ingenuidad de los discípulos nos ayuda: “¿cómo podemos saber el camino?” (Jn 14, 5). Nos ayuda, porque gracias a Tomás, Jesús nos revela su ser: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Dios no es una meta lejana. Este tiempo intermedio es ya en Dios.

Cada uno de los gestos, signos, dichos, milagros de la vida pública de Jesús, son referente de la vida plena y definitiva. Son Camino, Dios en nosotros abriendo la historia. Son ahora, en su Cuerpo inicio nuevo. En la Iglesia, unos se dedican a la oración y al servicio de la palabra, otros al servicio de los pobres y la viudas (Cfr. Hch 6, 3-4). Y todos, como “raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada” (1 Pe 2, 9) proclamamos las hazañas de Dios.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta

Sólo que a nosotros como a Felipe, nos gustaría ya anticiparlo todo y ver al Padre, y no tener que caminar a tientas: haber llegado. El Padre es la Casa, y añoramos con Felipe volver al hogar, a la patria. El exilio, la cárcel, la mala noche en una mala posada son fatigosos. Y tener que reconocer al rostro transfigurado de Dios en el rostro desfigurado de su Esposa cuesta.

¿No me conoces? Es la pregunta sencilla y directa de Jesús. Creedme, haréis mis obras y aún mayores. Pero nosotros no queríamos tanto. Nos conformábamos con un Salvador desde arriba y desde un futuro lejano. El Señor ha borrado las barreras. ¿No me conoces? Entra ya desde ahora en la Casa, en la Patria, en el Reino.

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