lunes, 2 de abril de 2012

Lunes Santo. Misa del día. Morado.

LECTURA

Is 42, 1-7

Lectura del libro de Isaías.

Así habla el Señor: "Éste es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley. Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas".

Palabra de Dios.



Comentario

"Alianza del pueblo y luz de las naciones". El servidor de Dios tiene una misión para cumplir con el pueblo al cual pertenece, Israel, y con toda la humanidad. Fiel a esa misión vivió Jesús todo su ministerio. Y ratificará su fidelidad también en el último momento, el momento de su entrega en la cruz.



SALMO

Sal 26, 1-3. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron. R.

Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor, en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.



EVANGELIO

Jn 12, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Palabra del Señor.



Comentario

En Betania, María se anticipa a develar el sentido de la muerte de Jesús. Lo que debía ocurrir en la sepultura, ella lo realiza en el marco de una comida entre amigos, con un perfume cuyo olor inunda la casa. La muerte de Jesús es puro amor, derramado abundantemente como ese perfume, impregnando completamente a los amigos y amigas que comparten la mesa en comunión, llenando la casa-iglesia. Que nos perfume también a no-sotros este derroche de amor.

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