martes, 2 de noviembre de 2010

Conmemoración de todos los fieles difuntos. (MO). - Morado o negro.

Para quien cree en Cristo, la muerte no tiene la última palabra. La muerte es paso, unión con la Pascua de Cristo, que nos llevará un día a la Vida con él. Hoy recordamos a nuestros seres queridos difuntos con cariño y también con gran esperanza. Y el Espíritu Santo nos da el consuelo por la ausencia, hasta que llegue el día en que nos reencontraremos en la Vida Eterna.

PRIMERA LECTURA

Apoc 21, 1-7

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la Vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo".

Palabra de Dios.



Comentario

"Dios-con-ellos" afirma el Apocalipsis. Es la realización final de la Alianza. El pacto amoroso de Dios llega a su plenitud. Somos su pueblo y él es nuestro Dios, nos pertenecemos mutuamente. Y ni siquiera la muerte puede romper ese pacto.



SALMO

Sal 26, 1. 4. 7-9. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación. O bien: Contemplaré la bondad del Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme! Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.



SEGUNDA LECTURA

1Cor 15, 20-23

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquéllos que estén unidos a él en el momento de su venida.

Palabra de Dios.



Comentario

"El primer Adán era de barro y estaba sometido al dolor y a la muerte, y todos los que estaban unidos a él participaban de la misma condición pecadora y mortal. Igualmente, todos los que están en Cristo participan de su resurrección y han quedado liberados de ese enemigo que es la muerte" (L. Rivas, Ser cristiano, Ed. Claretiana, pág. 41).



EVANGELIO

Lc 24, 1-8

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'". Y las mujeres recordaron sus palabras.

Palabra del Señor.



Comentario

La muerte de las personas queridas nos causa incertidumbre y dolor, como sufrieron las discípulas. Pero quedarnos anclados en la muerte nos paraliza. Como ellas, recordemos las palabras de Jesús. Él habló muchas veces de la muerte y de la vida, y nos hizo una promesa. Él es la Vida.

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